Un día ofrecerá el Señor omnipotente a todos los pueblos en el monte Sion un banquete de manjares suculentos, un banquete con vinos añejos, los manjares más sabrosos, los vinos más exquisitos. Arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el manto que enluta a todas las naciones.
El Señor Dios destruirá la muerte para siempre, secará las lágrimas de todos los rostros, y borrará en toda la tierra el oprobio de su pueblo. Sí, lo ha dicho el Señor. Y se dirá en aquel día: “Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación: es el Señor, en quien nosotros esperábamos; ¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación! Porque se posará sobre este monte la mano protectora del Señor”.
Palabra del Señor.
Salmo Responsorial: Salmo 22
R/. Tú me convidas, Señor, a tu mesa.
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí, en frente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R/.
♰ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo 22, 1-14 ♰
En Jerusalén volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo y les dijo: “Con el reinado de Dios sucede lo que sucedió cuando un rey hizo un banquete para celebrar la boda de su hijo. Mandó a sus criados a llamar a los invitados, pero los invitados no quisieron ir. Volvió a mandar a otros criados con el encargo de decir a los invitados: ‘Ya tengo preparada la comida; he mandado matar novillos y reses cebadas: todo está listo.
Vengan al banquete’. Pero ellos no les hicieron caso. Uno se fue a su finca en el campo y otro a sus negocios. Los demás agarraron a los criados, los maltrataron y los mataron. El rey se enfureció y mandó su ejército a acabar con aquellos asesinos y a incendiarles la ciudad. Luego dijo a sus criados: ‘El banquete está listo, pero los invitados no se lo merecían. Vayan, pues, a las afueras e inviten al banquete a todos los que encuentren en los caminos’. Los criados salieron a los caminos y recogieron a todos los que encontraron, malos y buenos. Y la sala del banquete se llenó de comensales.
Al entrar el rey a saludar a los comensales, vio a uno que no llevaba vestido de fiesta. El rey le preguntó: ‘Amigo, ¿cómo entraste aquí sin el vestido de fiesta?’. Y el otro se quedó mudo. Entonces el rey mandó a los servidores: ‘Átenlo de pies y manos y échenlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y la desesperación’. Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Junto a las lecturas de este domingo nos encontramos con una bella figura, una imagen de lo que es el Reino de Dios, y lo presentan como un banquete. Es el símbolo de todos los bienes al que Dios quiere invitarnos. Y fácilmente es encontrar, en esta oportunidad, las lecturas que reflejan ese acontecimiento de este banquete. A mi me fascina el salmo responsorial que hoy vamos a escuchar, el salmo 23 y, bueno, siempre lo canto y de pequeñito lo aprendí muchísimo: “El Señor es mi pastor, me conduce hacia fuentes tranquilas, me guía por el sendero justo”. Es lo que vamos a escuchar en este día y el Señor es nuestro pastor. Y de mil maneras nos invita a que usted y yo le sigamos. Pero no quiere obligarnos; Él no quiere ir, ni tampoco quiere forzar a ninguno. Y aquí está el misterio del mal: los hombres podemos rehusar este ofrecimiento que el Señor nos hace, y fácilmente lo aceptamos. El Evangelio nos habla de este rechazo. Fíjense la invitación y fíjense en las excusas, las justificaciones de aquellos que estaban invitados. El Reino de los Cielos se parece a ese Rey que celebra las bodas de su Hijo, pero los invitados no quisieron asistir. Y mire que el Rey insiste. El Señor ofrece bienes inimaginables, y en muchas ocasiones no los valoramos. Aquellos convidados pueden estar representados hoy por esos hombres que, sumergidos en sus asuntos y en sus negocios, parecen no necesitar nada de Dios.
Y el Señor, una vez más, vuelve a tomarnos en sus manos, vuelve a llamarnos, vuelve a salir a nuestro encuentro; vuelve a hacer la solicitud porque ese es el afán de Dios, por una intimidad mayor con el hombre, de encontrarse cara a cara con el hombre. Por eso pensemos en un momento cómo es nuestra correspondencia a las mil llamadas que nos hace llegar el Señor, cómo es nuestra oración. ¿Qué excusas fácilmente podemos decirle al Señor para no comprometernos y no ir? Yo no sé si nos sentimos responsables de que llegue a muchos la invitación divina: a tus hijos, a tu esposo, a tus padres, a tus amigos...no sé si nos interesa y nos preocupa la salvación de todos aquellos que conocemos. Hoy quiero invitarte a ir a los cruces de los caminos, a invitar a tanta gente (y comenzando por los tuyos), y a dirigir esas palabras que el Señor siempre nos hace. Que hoy el Señor nos ayude, que hoy el Señor nos bendiga y nos permita asistir a este banquete que el Señor nos invita. María, auxilio de los cristianos, ruega por nosotros. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y te acompañe siempre. Un abrazo fuerte. Feliz domingo, feliz semana.