♰ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 15:12-17 ♰
En la Última Cena, dijo Jesús a sus discípulos: “Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace el amo; los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que escuché a mi Padre. No me escogieron ustedes a mí; fui yo quien los escogí, y los destiné para vayan y den fruto, y un fruto permanente. Así, todo lo que pidan al Padre en mi nombre, Él se lo concederá. Esto es lo que les mando: ámense los unos a los otros”.
Palabra del Señor.
Reflexión
“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, ya no los llamo siervos. A ustedes los llamo amigos”. Jesús es nuestro amigo; en Él, los apóstoles encontraron su mejor amistad. Era alguien que les amaba, era alguien con quien podían comunicar sus penas y alegrías, era alguien a quien podían preguntar con entera confianza. Sabían bien lo que deseaba expresar cuando les decía “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Si pensamos en las hermanas de Lázaro, no encuentran mejor título que el de la amistad para solicitar su presencia cuando están pasando momentos difíciles; “Tu amigo está enfermo” le dicen las hermanas y es el mayor argumento que tienen a mano. ¡Y de qué manera el Señor buscó, facilitó la amistad a todos aquellos que encontró por el camino!
El Señor aprovechaba siempre el diálogo para llegar al fondo de las almas, para llenarlas de amor. Y además de su infinito amor por todos los hombres, manifestó su amistad con personas bien determinadas: los apóstoles, José de Arimatea, Nicodemo, Lázaro -su familia-, incluso al mismo Judas no le negó el honroso título de “amigo”. Estimaba mucho la amistad de sus amigos. A Pedro le preguntará después de las negaciones “¿Me amas?”, “¿Eres mi amigo?”, “¿Puedes confiar en ti?” y le entrega la Iglesia: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”. El amigo, un compañero que se deja ver solo entre sombras, pero cuya realidad llena toda nuestra vida. Y que nos hace desear su compañía definitiva. Esa es la bonita manera de poder ver al Señor: que quiere compartir mi vida, mis cargas. Él siempre nos lo recuerda: “Yo los aliviaré”.
Él es el mismo que decía ardientemente que compartamos su gloria por toda la eternidad. Él es el amigo que nunca traiciona, que cuando vamos a verle o hablarle, siempre está disponible; que nos espera siempre con ese calor de bienvenida. La amistad con el Señor que nace se acrecienta en la oración, se acrecienta cuando oramos, se acrecienta cuando nos confesamos, se acrecienta cuando leemos la Escritura. Y nunca hay que olvidar lo que dice el libro del Eclesiastés sobre un amigo fiel: que es poderoso protector, el que lo encuentra halla un tesoro. María, auxilio de los cristianos, ruega por nosotros. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y te acompañe siempre. Un feliz día.