Listen to "Ep. 63 | JUN:09:2020 Martes 10ª Semana del Tiempo Ordinario" on Spreaker. ♰ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo 5, 13-16 ♰
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así la luz de ustedes a los hombres, para que vean las buenas obras que ustedes hacen y den gloria a su Padre que está en el cielo”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Bueno, pues, el Señor dice a sus discípulos que son la sal de la Tierra; esto es para ti, para mi. Y que vamos a realizar en el mundo lo que la sal hace en los alimentos: los preserva de la corrosión y los hace agradables y sabrosos al paladar. Pero la sal se puede desvirtuar o corromper como lo dice el Evangelio y entonces se convertiría este elemento en un estorbo; y esto, junto al pecado, es lo más triste que le puede ocurrir a un cristiano: estar para dar luz a muchos y ser oscuridad, ser un indicador del camino y estar tirado en el suelo, estar puesto para ser fortaleza de muchos y no tener sino debilidad.
Cuánta gente fracasada en este mundo, cuántos padres, madres, profesional, sacerdotes, religiosas, hechos para grandes cosas. Y la tibieza es una enfermedad del alma que afecta la inteligencia y la voluntad que nos deja sin fuerzas y con una interioridad triste y empobrecida, y la enfermedad comienza, pues, por la voluntad debilitada y a causa de frecuentes faltas y dejaciones culpables. Entonces la inteligencia no ve con claridad a Cristo en el horizonte de su vida y queda lejano por tanto descuido en detalles de amor. La vida interior va sufriendo un cambio profundo no tiene como el centro de su vida, que es Jesús, las prácticas de piedad quedan vacías de contenido, sin alma, sin amor y a veces las cosas se hacen por rutina, por costumbre y no por amor.
Qué bueno, hoy, pedirle al Señor que nos de la fortaleza, que bueno hoy, decirle danos, Señor, la alegría de poder quitar esta aridez de nuestra alma, enséñanos a purificar el alma y ayúdanos con tu misericordia. Acudamos confiadamente a la Santísima Virgen, que es el modelo perfecto de la correspondencia amorosa a la vocación cristiana para que aparte eficazmente de nuestra alma toda sombra de tibieza, y también aprovechemos para pedirle a nuestro ángel custodio que nos haga ser diligentes al servicio de Dios. María, auxilio de los cristianos, ruega por nosotros. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y te acompañe siempre. Que tengas un bonito día.